sábado, 22 de junio de 2019

Que el amor no es pensamiento, no viene de la mente, sino del corazón.
No se ama pensando, se ama abrazando al herman@, compartiendo lo que tienes,
pues dar significa darse.
Salvar una vida, saciar un alma.
No intentes agarrar una gota del mar con tus manos, es imposible.
Lo complicado resulta ser simple; cerrar los ojos, desnudarse.
Lánzate, ahora o nunca, y sólo existe el ahora.
Amar, amarse. La ilaha il allah.

Producto de momento post deporte + experimento de biodanza + giro dervish, escuchando mi psybien dub.


Recupero este texto de Vida y contemplación (Manuel J Fernandez Márquez):
Es su obra por antonomasia..., donde puede llegar a tal hondura y ser tan totalizante que en ella y a través de ella el mismo hombre se haga "obra" de Dios.

    "El hombre debe hacerse más maleabe y más humilde en las manos de su Creador que la arcilla en manos del alfarero. Más flexible y más paciente que el mimbre entre los dedos del que hace cestos".

   Estas palabras las pone Eloi Leclerc en labios de Francisco de Asís (Sabiduría de un pobre). Expresan la necesidad de la entrega absoluta y definitiva del hombre a Dios, como la más radical actitud de su vida.

   Éste es el verdadero y auténtico hombre místico: un hombre de Dios, un hombre que ora. Un hombre que es oración. Cuya vida es oración, y su oración vida. Una persona que ha llegado a la otra orilla y desde allí vive real y conscientemente esta nuestra orilla. Una persona fundida en la vida y en Dios. Un hombre que en la vida presiente la presencia divina y en la oración vive una presencia humana. Un hombre que encarna el sueño de Dios porque vive en Dios y para dios la vida, la auténtica y concreta de cada día. Hombre que vive en los límites de su horizonte infinito donde se unen el cielo y la tierra.

   Orar es vivir, no "imaginar", ni "soñar", sino salir del "sueño" que vivimos. Orar es despertar, es un amanecer constante. Un continuo despertar desde la vida, en la vida... y para la vida.

  [..] Tampoco es oración "pensar" en Dios. Hay que vivir la oración; si se prefiere, el encuentro con Dios. Una cosa es pensar en la montaña y su escalada, y otra muy distinta subir a ella.

   El coración del hombre, herido de amor infinito, busca con nostalgia insaciable el encuentro amoroso con su Dios. Desea ardientemente estar con el Señor de su vida. Llenar su vida de la presencia luminosa y radiante de Dios. Ser en Dios, en comunicación y comunión amorosa.

   "Sólo lo que aquí han de hacer es dejar el alma libre, y desembarazarla y descansarla de todas las noticias y pensamientos, no teniendo cuidado allí de qué pensarais ni meditarais, contentándose sólo con una advertencia amorosa y sosegada en Dios" (San Juan de la Cruz, Noche oscua, I, 10, y Llama de amor viva)